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La Edad de Filadelfia

Y escribe al ángel de la iglesia en FILADELFIA: El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre, dice estas cosas:

Yo conozco tus obras: he aquí, he dado una puerta abierta delante de ti, la cual ninguno puede cerrar; porque aún tienes un poco de fuerza, y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y adoren delante de tus pies, y que reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 3:7-13)

 

La ciudad de Filadelfia estaba situada a unos 120 kilómetros al sudeste de Sardis. En la provincia de Lydia, fue la segunda ciudad en cuanto a tamaño y fue edificada sobre varios montes en una región que tenía grande fama por su excelente vino. Sus monedas llevaban la figura de Baco y también la semejanza de una Bacante (sacerdotisa de Baco). Entre los habitantes había judíos, Cristianos que originalmente eran judíos, y también algunos convertidos del paganismo. La ciudad sufrió frecuentes terremotos, sin embargo, tuvo la más larga duración de todas las siete ciudades de la Revelación. Por cierto, la ciudad todavía existe hoy día bajo el nombre turco de Alasehir (la ciudad de Dios).

 

La edad de la iglesia de Filadelfia fue desde 1750 hasta aproximadamente 1906. Esta edad, por razón del significado del nombre de la ciudad, ha sido llamada la Edad de Amor Fraternal, siendo que Filadelfia quiere decir, “amor de los hermanos”.

 

El mensajero de esta edad fue, sin duda alguna, Juan Wesley. El Hermano Wesley nació en la ciudad de Epworth en Inglaterra, el día 17 de junio de 1703, y fue uno de diez y nueve hijos de Samuel y Susana Wesley. Su padre fue un capellán en la Iglesia de Inglaterra; pero es mucho más probable que la mente de Juan tomó la vía religiosa por razón de la vida ejemplar que vivió su mamá, en vez de la teología de su padre. Juan fue un estudiante extraordinario. Fue mientras él estaba estudiando en el Colegio de Oxford que él y su hermano Carlos, fueron parte de un grupo que fue conmovido espiritualmente a adorar según el fundamento de vivir la verdad por razón de haber experimentado la verdad en vez de hacer que la doctrina sola fuera su norma. Los componentes del grupo redactaron un guía espiritual de obras, como por ejemplo, ayudando a los pobres, visitando los enfermos y los encarcelados. Por esto fueron llamados metodistas y también

otros nombres no tan honrados.

 

Siendo que la quinta edad había traído una gran diseminación de la Palabra por medio de la imprenta, la sexta edad con eficacia aprovechó de esto. Esta edad fue la segunda etapa de la restauración, y como hemos dicho ya antes, fue la edad de la inflorescencia. La educación abundaba. Esta fue la edad de hombres intelectuales, quienes amaban y servían a Dios. Abundaban misioneros, y la Palabra rodeó al mundo. Fue una edad de amor fraternal. Fue una edad de la puerta abierta. Fue la última edad de larga duración, porque después de ella vendría la edad de Laodicea, la cual sería muy corta.

 

La vid verdadera prosperó en esta edad como en ninguna otra respecto a números en la iglesia local y en el exterior. Esta edad trajo hombres santos a la primera fila. La vid verdadera creció y la vid falsa disminuyó. Dondequiera que fue la vid verdadera, Dios dio luz, vida y felicidad. La vid falsa fue desenmascarada y se pudo ver lo que verdaderamente era: oscuridad, miseria, pobreza, analfabetismo y muerte.

 

Pero cuan triste nos hace sentir esta edad cuando nos damos cuenta de que cada gran movimiento de Dios (y hubo muchos) se descuidó en este detalle: no arrojó la doctrina del Nicolaísmo, pues todos se organizaron y murieron. Entonces entraron en denominaciones para retener a los muertos espiritualmente en campos sin alimento. Ellos no lo sabían, pero cada grupo estaba manchado con ese mismo error, y cuando la lumbre del avivamiento iba menguando, la organización se apoderó, y la gente le convirtió en denominaciones. Apenas eran Cristianos nominales, aunque cada grupo reclamaba con la misma seguridad con que lo hacía la Iglesia Católica Romana, que cada uno era el correcto, y todos los demás estaban errados. Ciertamente todo estaba listo para que las hijas regresaran a su hogar en la última edad, regresar a Roma, buscando amparo bajo la gallina madre.

 

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Tomado del Libro "Una exposición de las Siete Edades de la Iglesia" por William Branham.

Que el Señor Jesucristo les bendiga

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